Hay que tener mucha paciencia, ideas claras de la fuerza de la caída, muchas piezas y mucho tiempo libre. ¿No os recuerda ésto a los mandalas de arena que durante días dibujan los monjes budistas y que en un zas de mano del homenajeado se convierten en un montón de arena de colores? Aquí, incluso después de la debacle, el efecto de color es precioso.